Cuando se asomó a su balcón vio algo extraño. Era una especie de pájaro morado y no me lo podía creer, entonces fui a afuera y lo acogí en mi casa. Pasaron los días y cada vez se iba haciendo más y más grande. Al final llegó el punto en el que ya no cabía en la habitación y lo tuve que dejar afuera en el jardín. Ya no crecía más y parecía una avestruz morada y entonces le llamé Chocobo. El Chocobo como ya sabéis era morado pero no completo, la barriga la tenía de color amarillo y eso, le hizo más peculiar. Le enseñé a volar y a correr, volaba mucho y cuando se cansaba y caía no se hacía daño por sus patas. Un día pasé por encima de una montaña y me dije vamos de excursión. Y entonces me llevé a mi Chocobo de excursión. Fuimos por el mar, por la tierra y por el cielo. Le enseñé a bucear y también a andar rápido. Pero cuando pasamos por el volcán...
¡¡Mi Chocobo!! grite. Entonces se convirtió en Chocobo frito hasta de mí. F