Érase una vez un perro que nació en Orgiva y se llamaba Curro. Como estaba enfermo se fueron sus dueños con él a Granada al mejor veterinario que había allí. Después de hacerle muchas pruebas descubrieron que lo que tenia era apendicitis. El veterinario informó a sus dueños que tenían que operarlo de urgencia porque si no podría morirse y sus dueños sin pensarlo le dijeron que sí, que lo operarán porque era un miembro más de la familia. Cuando el veterinario lo operó le mandó reposo unos días para su recuperación. Cuando pasó un mes ya no tenía ninguna secuela y Curro y su familia fueron felices viendo como corría de nuevo por el campo.